✤ Capítulo 30. Los amantes
perfectos ✤
―Pues a mí me llama la atención―le
dije a Joana mirando por el balcón la nueva tienda que habían abierto en frente
de nuestro edificio.
―Y a mí―respondió poniéndose a mi lado.
Hacía más de un mes que habían empezado las obras en uno de
los locales que teníamos en frente, y hasta hacía pocos días no supimos de qué
iban a poner la tienda. Cuando vimos el letrero, una tarde de esa semana, fue
como dar el tiro de salida a incontrolables comentarios que nos producían risas
por las situaciones que imaginábamos cuando nos daba fuerte por ello.
―¿Bajamos a ver cómo es?―preguntó Joana.
―¡Joder! ¡Pensaba que no lo dirías nunca!
―¿Y por qué no lo dices tú?
―No sé…
Negando con la cabeza y diciéndome con la
mirada que yo no tenía remedio, nos vestimos con lo primero que pillamos.
―¿Nos ponemos gafas para ir de incógnito?―pregunté bromeando.
Cerramos la puerta y nos dirigimos a la
tienda. Desde fuera era imposible ver lo que había dentro. La puerta estaba
adornada con luces de neón rojas y azules que no paraban de encenderse y
apagarse. El letrero tampoco era lo que se podía decir discreto, sobre
todo porque en él, las luces eran
doradas e iban de un lado a otro haciendo un recorrido en forma de una x
enorme.
Nada más entrar nos dio la bienvenida un
pene grandioso que ya nos arrancó la primera carcajada.
―Ufff… vamos a controlarnos o acabarán echándonos―dijo Joana tapándose la boca como una niña pequeña.
Para entrar al local teníamos que rodear
ese pene infinito y lo hicimos mirando hacia arriba donde descubrimos una
fuente de colores que salía de la punta. Queda de más decir que yo también tuve
que taparme la boca ante el descubrimiento.
El lugar estaba medio a oscuras puesto
que las luces que lo alumbraban eran de neón. Tras haber superado la montaña
masculina, nos esperaban otras puertas, éstas de cristal.
―Buenas tardes―nos dijo la señora que estaba tras el
mostrador―. ¿Puedo ayudarlas en algo?
―No, gracias, por ahora sólo estamos mirando―dije educadamente.
A nuestra derecha había una estantería
bien iluminada en la que se veían expuestos, en la parte de arriba, diferentes
aparatos destinados claramente a las mujeres y en la de abajo, a los hombres.
Los ojos como platos de Joana eran seguramente el reflejo de los míos propios.
―¡Joder nena! Yo me encuentro con esto y salgo pitando―dije señalando un pene verde tan largo como mi antebrazo.
Mi amiga se había quedado mirando otro y
parecía que no pudiese apartar la mirada de él, por lo que con mis ojos seguí
su mirada y entendí su asombro.
―¿Esto qué es? ¿Un coche-pene de feria o una pene-batidora?―susurré a su oído.
De nuevo las carcajadas salieron de
nuestras bocas sin poder controlarlas. El aparato en cuestión estaba hecho con
lo que parecía látex transparente y por eso se veía por dentro algo parecido a
un hierro enroscado junto a unas bombillitas y en la base una especie de
antenita redondeada.
―Perdone―dijo Joana ya más calmada y dirigiéndose
a la señora de antes―. ¿Nos puede enseñar cómo funciona esto?
La mujer se nos acercó con dos pilas en
la mano que insertó en el aparato una vez lo hubo sacado de la caja.
―Es lo último que nos ha llegado. Tiene cinco velocidades y
este saliente es para el clítoris―. Nos informó poniéndolo en marcha.
El hierro del interior empezó a dar
vueltas moviendo de manera circular el pene transparente y las bombillitas a
encenderse mientras el masajeador de clítoris empezaba a vibrar produciendo un
ruido parecido a un ronroneo. Tanto el ruido como el hierro cogieron intensidad
al cambiar la señora las diferentes velocidades.
No pudimos contenernos. Fue inevitable, y
casi con lágrimas en los ojos nos disculpamos ante la mujer que también nos
miraba divertida.
―No pasa nada. No hay de qué disculparse. ¿Es la primera vez
que visitáis un sex-shop?
―Sí―dijimos al unísono.
―Pues os puedo enseñar muchas cosas, si queréis.
La verdad es que el tour improvisado por
el local nos pareció muy entretenido y divertido, pues la mujer era muy amable
y tenía una enorme paciencia. Casi tanto como el pene de la entrada. Había
vaginas de colores, pechos enormes de un tacto increíblemente parecido a la
piel humana, muñecas hinchables perfectas, bolas chinas de colorines…
―Oye, pues yo estoy como un poco… ya sabes―me dijo Joana en un momento que nos quedamos solas.
―Yo estoy pensando en llevarme el de color lila que nos ha
enseñado hace un momento.
―A mí me gusta más el azul con el masajeador clitoriano―me informó riendo de nuevo.
Al final dimos un buen repaso a nuestras
tarjetas de crédito una vez más y nos volvimos a casa. Las dos nos sentamos en
el sofá con nuestras nuevas adquisiciones y les pusimos las pilas haciéndolas
vibrar en nuestras manos.
―Si te digo que me muero de ganas por probarlo…
―Yo estoy igual…
―Si alguien nos viera ahora con esto en la mano aquí sentadas
y hablando de probarlo inmediatamente nos catalogarían de viciosas.
―Que les den. Te veo en un rato―dijo
Joana levantándose y cerrando la puerta de su cuarto.
Yo no tardé ni medio segundo en hacer lo
mismo.
Después de un rato, en mi cama y con un
cigarro en la mano, cogí mi móvil para mandarle un mensaje de texto a mi amiga
que estaba al otro lado de la pared.
“Creo que acabo de enamorarme”
En cuestión de segundos me llegó la
respuesta.
“Yo le he pedido que se case conmigo. He encontrado
al amante perfecto”
Las carcajadas de las dos atravesaron la
pared.
Esa noche no cenamos. Ninguna de las dos
volvió a salir de su habitación porque nos habíamos quedado completamente
dormidas.
"EL CAMINO DE LA VIDA ESTÁ LLENO DE MOMENTOS SIMPLES, QUE SE CONVIERTEN EN MÁGICOS GRACIAS A UNA BUENA Y SINCERA AMISTAD"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.